Cómo descubrí las becas y por qué decidí apuntarme

Era un día normal, como cualquier otro, en el colegio. En un momento cualquiera mi mejor amiga soltó un comentario como cualquier otro, sin darle toda la importancia que terminaría teniendo para los 2. «¿Sabes qué, Iu? Mi padre descubrió unas becas que da Amancio Ortega para ir a estudiar el 1º de bachillerato en Estados Unidos, y creo que me voy a apuntar». ¿Mi respuesta? «Qué gran oportunidad», «tiene que ser difícil estar un año separado, pero seguro que no lo pasarás mal», «qué suerte tendrás si lo consigues», pero nada más. En ese preciso momento mi mente pensó lo que habría pensado cualquiera: ¿y si fuera yo quien me presentara? Y las primeras respuestas a mí mismo fueron totalmente contrarias a las que terminaron siendo. «No podría aguantar, un año separado de familia y amigos es mucho tiempo. Además estoy estudiando música, este año he entrado al Conservatorio, sería tirar un año y tener que volver a hacer las pruebas para entrar. Tengo mi vida entera en Barcelona». Y es que yo no me tenía que apuntar, era mi mejor amiga quien se apuntaba, a mí sólo me lo había comentado.

Pero pasaron los días, y mis pensamientos fueron cambiando. «¿Y si lo intentara?», «¿y si lo consiguiera y estuviese un año en Canadá, conociendo mucha gente nueva, otro país y cultura y aprendiendo perfectamente el inglés?», «¿y si pasara?». Y mis respuestas, consecuentemente, cambiaron también. Quería probarlo. Algo que había empezado como un simple comentario y algo que podía ser que mi amiga intentase terminó formando gran parte de mi vida, igual que en ella.

Otra cuestión es por qué elegí Canadá como destino y no Estados Unidos. Realmente me daba igual un sitio que otro (aunque con el tiempo he visto que prefiero mil veces Canadá), y mi elección fue un gesto de generosidad. Mi amiga se presentó para Estados Unidos, y yo no le quería quitar el sitio porque se había vuelto algo muy importante para ella. Así no competiríamos entre nosotros.

Volviendo a mi primera visión, la de «no aguantaría», aún no tuve claro si quería irme hasta el día 26 de enero, cuando supe que me iba (por mala suerte mi amiga no fue elegida). Habían pasado unos 3 meses desde que había decidido presentarme, y aún tenía muchas dudas. Se podría decir que un 50% de mí quería marcharse, y el otro 50% quería quedarse. Evidentemente, la ilusión del martes 26 lo cambió a, aproximadamente, un 99% contra un 1%. Las dos primeras semanas con muchísimas ganas de irme, pero a partir de ahí vuelves a ser un poco más realista y a ver que serán 10 meses enteros sin la familia y los amigos. Aún así, tengo muchísimas más ganas de marcharme que antes, y quiero que llegue ya el día.

El sábado 27 hay la reunión de padres en Barcelona, y los catalanes que estamos en el grupo vamos a quedar para conocernos en persona (¡por fin!), supongo que ya publicaré otra entrada sobre la reunión y la quedada.

Recordad que si os gusta el blog os podéis suscribir (en el apartado «Sigue el blog por Email», a la derecha) y recibiréis un correo cada vez que publique una nueva entrada. Y si conocéis a alguien a quien pueda interesarle, ¡no dudéis en hacerle llegar el link de mi blog! ¡Gracias por leerme!

Deja un comentario